Pesto en posición de combate al estilo canguro boxeador. |
Me lo advirtió un amigo cuando empecé estas memorias a un ritmo acelerado. “Te vas a quedar corto de recuerdos”, me escribió. No ha sido fácil mantener la disciplina de una entrada al día. Hoy regreso con un tema que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace tiempo. Uno de los problemas es que no sé cómo denominar el fenómeno (o los fenómenos). Podría llamarse mis experiencias de comunicación “transhumana”. O comunicación con otros “entes”. El más sencillo de abordar es mi experiencia de comunicación con animales. El otro, que vendrá después, se refiere a la comunicación con el “más allá”.
No fui un niño que tuvo mascotas. Para ser exactos, tuve pocas mascotas y nunca significaron relaciones muy profundas o de larga duración. Pasaron por mis manos las pequeñas tortugas y pececitos en un vaso, que terminaron en algún desagüe. También algún pollito, de esos de verbena que pintaban de colores. Uno de ellos creció un poco en casa, se convirtió en un pollo y una señora que trabajaba en la casa se lo llevó al rancho. Cuando ingenuamente le preguntaba por el pollo, me decía que allí estaba en el rancho, creciendo cada día más. Seguro que esa era una mentira piadosa para no revelarme que el pollito “morao” había terminado en un sabroso sancocho. Tuve un lorito, al que mi hermana y yo llamamos Sandro. Un día nos llevamos la sorpresa que se había escapado. Siempre sospeché que la muchacha de la casa lo había soltado.
Mis encuentros con los perros no siempre fueron felices. Cuando iba a casa de mis amigos que tenían perros, como los hermanos Bitán, con sus dos boxers y una collie (del tipo Lassie) me sentía bastante incómodo, por no confesar que un poco asustado. Lo mismo cuando visitaba la casa de mi tío Jaime, donde también había una collie (creo que se llamaba Linda) y después un chau chau que me intimidaban. Mi encuentro con un perro, digamos del “segundo tipo”, con Pinky, una especie de pudel con pekinés de mis primas Mechi y Cotty, fue más bien torpe, pues no sabía cómo pasearlo y hacer que me obedeciera.
Entré de lleno en el mundo de las mascotas cuando conocí a Cheryl, mi esposa, pues en su casa vivía Paquita, chihuahua con pedigrí que se vestía con cuellos de tortuga para mantenerse caliente en las frescas Colinas de Vista Alegre. Después vendría Pulga, una doberman pinscher un poquito pasada de peso, que también vestía sus suéteres, sobre todo en diciembre. No entablé una relación muy profunda con ambas, pero debo decir que comencé a apreciar el lugar común sobre el “mejor amigo del hombre” (y de la mujer).
Mi vida dio un vuelco cuando mi hijo Alessandro trajo a la casa a Tica, diminutivo de la “gatica” que se encontró en una caja y que aceptamos se quedara unos días hasta que pasara uno de esos huracanes que azota a Miami. El huracán pasó, Tica se quedó, y por torpeza, ignorancia y flojera, no fue esterilizada y se puso a parir como paren los gatos. De Tica nos trajimos a Ottawa a Pesto y Susu (sus hijas), y a una nieta que se quedó huérfana, Mini. No sé si será la edad, o el encierro del invierno canadiense, pero mi relación con estas gatas, especialmente con Pesto (la preferida, pero no se lo digan a nadie), es comparable con la que puedo tener con un humano. Ellas se comunican con nosotros con su lenguaje particular de maullidos, “escarranchás” (del venezolanismo “escarranchar”), sobaderas y apretujones. Un miau de reclamo, cuando piden comida, es muy distinto al miau de saludo (un “qué más, cómo estás”). No digo nada que los que tienen mascotas no puedan confirmar en su experiencia cotidiana. Es cierto que a estos seres les falta articular las palabras, pero no es menos cierto que logramos con ellos una empatía que me atrevo a calificar de trascendental.
Hoy leí que unos científicos proponen calificar a los delfines como “personas no humanas”, pues tienen un nivel de inteligencia superior a los humanos y un lenguaje bastante sofisticado. Desde ya declaro a Pesto persona (y a Susu y Mini también, OK).
Walt Disney también los clasifico de esa forma hace mucho tiempo atrás...desde chico oigo animales hablar en las pantallas y a los bipedos humanos actuar. Un abrazote
ResponderEliminarNo tuve mascotas tampoco cuando chiquillo y jugaba con pollitos eventualmente que mi mama traia de granjas del trabajo. Ahora, mucho tiempo despues, estoy descubriendo conexiones particulares con algunos perros de amigos, y entiendo lo que dices. Lo que no puedo quitarme es el sentimiento de culpa cuando me dan un pedazo de pollo rostizado. Solo puedo comerlo si lo tengo en el plato sin huesos o los consabidos "nuggets". Como quisiera ser vegetariano!!!
ResponderEliminarUn reconocimiento a mis adoradas gatas!!! Bravo Isaac,tu sabes que ellas seran mi BBs forever!
ResponderEliminarDebo corregir algunos errores. El collie de mi tío Jaime se llamaba Barny como me recordó mi prima Raquel. El de los hermanos Bittán era una hembra y se llamaba Linda.
ResponderEliminarMuy buena tu reseña Cuñado, sobre todo por hacer mención de dos vírgenes y mártires como lo fueron las finadas Paquita (cuyo nombre de pila era Paquita de la Peña) y La Pulga que vivieron allá en la casa de Colinas de Vista Alegre y tuve el penoso deber de enterrar a la primera y declarar como fallecida a la segunda.
ResponderEliminarLo imperdonable de la nota es que no hayas hecho mención de Bruce, nuestro alocado Fox Terrier pelo liso !!
Charlie
Debo también recordar a Júpiter, chihuahua que también vivió en casa de mis suegros.
ResponderEliminarNo sólo son personas, son buenas personas. Mientras más conozco al género humano más quiero a mi perra y mis gatos. Por cierto, la foto de Pesto es sensacional. Violeta Rojo
ResponderEliminar(lo publico como anónimo porque no hay manera de saber cómo hacerlo de otra manera)
Isaac,
ResponderEliminarNos encantó esa historia que escribiste porque es verdad. Dile a Pesto, a Susu y a Mini que les mandamos saludos. Susana le manda saludos también a ellas y a ustedes,
Miau,
Coqui y Chuchú
Definitivamente que en esta nota hay que mencionar y darle su importancia a BRUCE que era un perro simpatiquisimo y el sufrido de Jupiter ( perro que vivio como pagando una pena... encerrado...)..
ResponderEliminarPara Bruce y Jupi, mis cariños!
La tia Cheryl
Memorándum
ResponderEliminarDe: Pesto (Susu siempre anda brava conmigo, así que se abstiene de responder, y Mini está sobre una salida de aire de la calefacción porque está muerta de frío)
Para: Coqui y Chuchú
Asunto: Protesta de gatos tropicales
El presente tiene por objeto solicitarles sus buenos oficios ante Susana para que ella hable con Isaac y nos saque de este sitio donde hace un frío del carajo. Yo soy, como ustedes, hija del trópico (nacida en Miami, con mucho orgullo, como mi hermana - la que no me quiere -, y mi sobrina). Ya estamos hartas de este encierro. En Miami nos la pasábamos en la calle. Por favor, help!
Solidariamente tropical,
Pesto
que bella historia y muy cierta, ellos se comunican con nosotros a través de sonidos, movimientos corporales y miradas sabes algo ultimamente me estan agradando los gatos,saludos a pesto la preferida de todos....
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