El día de nuestra graduación en la UCAB: Isaac Nahón, Susana Soto, Jesús María Aguirre, s.j. (padrino de promoción), y Néstor Garrido |
Fueron una serie de circunstancias las que me llevaron a esa posición. He escuchado que Marcelino Bisbal, quien sin duda tenía todos los méritos y condiciones para asumir la dirección de la escuela, declinó el puesto. Emilio ya había aceptado pasar a la dirección de la biblioteca de la UCAB. Se presentó un vacío que significó para mi la gran oportunidad de volver a mi Alma Mater, esta vez como directivo de la misma.
La Compañía de Jesús tiene entre sus misiones más importantes la educación. Se dedica tanto a educar a las clases medias y a las élites como a los más pobres (Fe y Alegría en Venezuela es testimonio heroico de ello). No conozco muy bien a la Compañía, pero como alumno y empleado que fui de los jesuitas creo que entienden que a través de la educación se forma a la gente más allá de la adquisición de ciertos conocimientos o de una profesión. Es lo que viví como estudiante cuando me tocaron profesores jesuitas, quienes sin predicar de forma abierta y moralizante, predicaban de otra manera una ética ante el prójimo y ante la sociedad. Los nombres de aquellos jesuitas me vienen uno a uno. El Padre Francisco Arruza, s.j. , quien nos enseñó los rigores de la lógica y que nos insistía que un comunicador debería ante todo saber razonar correctamente, lo que no siempre es obvio ni común. El Padre Luis Azagra, s.j., que nos mostró que las estadísticas son una forma de interpretar a la sociedad más allá de los fríos números. El Padre José Martínez Terrero, s.j., quien nos introdujo en la economía, siempre con una visión crítica pero nunca dogmática. El Padre Jesús María Aguirre, s.j. (padrino de nuestra promoción), pionero de la investigación de la comunicación en Venezuela, quien nos abrió los ojos a la sociología de los medios, lo que fue en mi caso de gran inspiración y guía en mis estudios de postgrado. El Padre José Ignacio Rey, s.j., el combativo sacerdote e intelectual quien nos dio un curso, por demás fascinante, que se llamaba Fenomenología Socio-Religiosa y que era en el fondo una tremenda autocrítica sobre rol que la Iglesia Católica jugó en el proceso histórico latinoamericano.
Como cada experiencia que nos marca en la vida, mi encuentro con los jesuitas ha dejado una huella indeleble. Puedo decir además que esta experiencia tiene mucho de extraordinaria, pues hace algunos años en ciertos países hubiera sido impensable. Si me detengo a analizarla un poco, es por demás esperanzadora, pues representa un ejemplo vivo de la convivencia entre seres humanos que reconocen y respetan sus diferencias, al mismo tiempo que profesan el valor supremo de la fraternidad. Esto se ha afirmado en años recientes, cuando la UCAB, con el apoyo entusiasta del Padre Ugalde, profundizó los vínculos con la comunidad judía venezolana para que se desarrollaran allí cátedras y actividades orientadas a la difusión e investigación de diversos aspectos del judaísmo y de la historia judía. Con esto, como en tantas otras cosas, los jesuitas han predicado con el ejemplo.