martes, 23 de noviembre de 2010

“¿A las ocho y media?”

Mi amigo Ernesto Schmied se acordará que en nuestra época de “oyentes” en la Escuela de Arte de la UCV en 1980, había unas mellizas que nos gustaban y a las que les echábamos los perros a nuestra manera; es decir, con invitaciones a actividades culturales (importante aclaratoria: para ese entonces no había conocido yo todavía a mi esposa Cheryl). Las mellizas eran aficionadas, como nosotros, a la música clásica, tema del que conversábamos en el cafetín de la universidad. Un día se nos ocurrió invitarlas a un concierto de música barroca que se celebraría el sábado en una iglesia de Prados del Este. Las dos mellizas, con una sincronía propia de mellizas, preguntaron al unísono: “¿A qué hora es el concierto?”. Uno de nosotros respondió: “A las ocho y media de la noche”. De nuevo, al unísono las hermanas preguntaron: “¿A las ocho y media?”. Se vieron las caras y hasta allí llegó la conversación sobre nuestra propuesta para una salida a cuatro. Se despidieron de nosotros sin un sí o un no a la invitación, lo que asumimos como un no. Lo peor fue que el sábado las vimos en el concierto acompañadas por los que suponíamos eran sus padres.

Traigo el cuento en cuestión para abordar un tema que era caro a nuestro recordado profesor de Teoría de la Comunicación en la UCAB, el guerito Carlos López Gómez, el problema de la incomunicación.  López Gómez nos introdujo a un pequeño libro del psiquiatra español Carlos Castilla del Pino intitulado justamente La incomunicación.  Cuando el guerito nos mandó a leer el libro éramos todavía unos chamos sin la suficiente madurez para entender el asunto que se traía entre manos Castilla del Pino. En todo caso, percibíamos una cierta contradicción en estudiar la incomunicación en un curso de Teoría de la Comunicación. ¿Por qué ocuparse de la no comunicación? Con el tiempo he aprendido a apreciar la perspectiva de Castilla del Pino. Desde una dialéctica negativa, desde la negación de la comunicación, el psiquiatra nos propone un marco para entender los retos de la verdadera comunicación humana para superar el malentendido y salir de la anomia que Castilla del Pino identifica como causa de la incomunicación a escala social.

Lo interesante del planteamiento del psiquiatra español es que en 1969, cuando se publicó la primera edición de su libro,  ya avizoraba los problemas de la sociedad de la llamada “hipercomunicación”.  Su planteamiento tiene aun más valor, pues problematiza la comunicación en el momento en que autores como McLuhan presentaban una visión optimista de la “aldea global”. Castilla del Pino ya nos advertía que más medios y más tecnologías no garantizaban mejor y más comunicación. Como en el caso de las mellizas de la Escuela de Arte, siempre hay el riesgo de que la comunicación se interrumpa.  Puede ser falta de interés, timidez, anomia. Pasa hoy a cada rato, incluso en las famosas redes sociales, cuando no recibimos respuesta de nuestro interlocutor, cuando se ignora una pregunta, un comentario, o la reacción se limita a un monosílabo hermético.  Con la distancia de los años me pregunto si las mellizas cortaron la comunicación pues ellas esperaban otra cosa que una invitación para ir a un concierto aburrido, a cual acudirían de todos modos con sus padres. ¿Qué dices Ernesto? 

8 comentarios:

  1. Ah, el guerito. Carlos López Gomez con su chaqueta de cuero y su moto BMW...me decía guerita cuando me lo encontraba en los pasillos y yo ni sabía que me estaba diciendo (incomunicación por diferencia cultural) hasta que me vine a vivir a Los Angeles, la ciudad más mexicana fuera de México y entendí. Era catira.
    Con respecto a tus mellizas, considera este punto, viniendo de una mujer que entiende como pensamos: a lo mejor hoy en día ellas piensan que fueron ustedes los que no concretaron y al dejarlas ir sin responder, demostraron poco interés. a las mujeres nos gustan los hombres persistentes.

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que a las mellizas las tendríamos que haber invitado a un bonche en toda regla y montarnos una fiestita con las susodichas. El problema, más mío que tuyo, era mi "agueboneamiento" total ( creo que es una expresión más apropiada que falto de comunicación).
    Te felicito por tus dotes narrativas, mi memoria nunca me hubiese permitido rescatar la escena completa, pero ahora que la cuentas la puedo reconstruir casi comoom si acabase de ocurrir.
    En verdad las mellizas no estaban muy buenas y una subida encima de la otra no hubiesen sumado una mujer alta, no?

    ResponderEliminar
  3. Bueno, lo mas interesante es que parece que la relacion entre las mellizas, Ernesto e Isaac fue a punta de "incomunicacion"...Repito solo lo que me ha contado el responsable de esta historia... "No hablaban mucho.."
    Unas que no hablan, otros que no se explican y menos insisten.. en fin, INCOMUNICADOS PERFECTOS...
    Creo que el güerito se hubiera sentido complacido con este cuento como ejemplo en una de sus clases. Lo recuerdo con mucho cariño, vestido de azul, con su "chamarra" de cuero y su super moto.

    ResponderEliminar
  4. La verdad que no soy anonimo,soy Cheryl... no se porque salio asi.. estamos incomunicados aqui?

    ResponderEliminar
  5. Tete:
    Tienes razon. Nos falto agilidad comunicativa. Como dice Ernesto, estabamos un poco "agueboneados".

    Ernesto:
    Las recuerdo menuditas, de lindo rostro. Pero es posible que este idealizando un poco. Asi es la memoria.

    Cheryl:
    Menos mal que no insisti. No? Digo, todavia no te habia conocido : )

    ResponderEliminar
  6. Un claro ejemplo de la no-comunicacion, el rollo con las gemelitas....tenias la idea, era buena, pero tu mensaje no llego!! Lyana.

    ResponderEliminar
  7. Me encanta leer este blog que nos retrotrae a nuestros años universitarios en la Escuela de Comunicación Social en la UCAB. Recordar al profesor de teoría de la comunicación o a Beatriz la de audiovisual es siempre un placer...qué años aquellos maravillosos años universitarios! Y sí, creo que con la mellizas fue una experiencia de incomunicación y posiblemente fue cultural...es posible que el mismo hecho de asistir, con sus padres, fuese una forma de decir ¡aquí estamos! ¿ Y ahora qué?

    ResponderEliminar
  8. Como chamos que éramos, es posible que además de no entender a Castilla del Pino, tampoco entendiéramos lo que nos estaban diciendo sin decirlo esas mellizas.

    ResponderEliminar