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martes, 23 de noviembre de 2010

No estoy aquí, no me mires

Cuando regresé a Caracas en 1993, después de haber hecho la maestría en comunicación en la Université de Montréal, compartí con algunos amigos un descubrimiento: la Escuela de Palo Alto. No es una escuela física ni mucho menos. Es una  “escuela virtual” de pensamiento sobre la comunicación que se desarrolló en Palo Alto, California, alrededor de la figura del antropólogo Gregory Bateson. Recuerdo que mi amigo Rafael Pedraza y este servidor enseñábamos en la UCAB en ese entonces el curso de Comunicación Institucional. Nos entusiasmó mucho una idea de  Bateson y de sus discípulos; la comunicación es un acto potencialmente pleno de paradojas. Por ejemplo, cuando ordenamos a alguien “sé espontáneo”, lo estamos poniendo ante una situación que no tiene solución, pues le estamos pidiendo que sea “espontáneo”, lo que hace que su comportamiento, derivado de nuestra orden, deje de ser espontáneo. Bateson formuló una teoría llamada del “double bind” (la “double contrainte” en francés o el “doble vínculo), sobre los efectos de estas órdenes claramente contradictorias en el comportamiento de la persona, a veces con consecuencias patológicas. Bateson incluso llegó a formular una hipótesis sobre el origen de la esquizofrenia en individuos sometidos a “double biding” en familias comunicacionalmente disfuncionales. Me acordé de Bateson y de mis conversaciones con Rafael Pedraza sobre los problemas de la comunicación paradójica en las organizaciones, cuando leí la noticia que el gobierno de Hugo Chávez emitió un decreto prohibiendo que el nombre del presidente se use en las obras públicas.  Reporta El Universal de Caracas que el decreto N° 7.836, publicado en la Gaceta Oficial N° 39.556, del pasado 19 de noviembre, "prohíbe el uso del nombre, imagen y figura del Presidente de la República para la identificación, nombre y denominación, caracterización, tipificación, calificación y designación (...) de la obras de infraestructura de cualquier naturaleza". Interesante paradoja la de este decreto. El presidente venezolano que más ha abonado el terreno del culto a la personalidad, ahora prohíbe “oficialmente” que se le rinda culto a su persona a través de las obras y propaganda del régimen. Según el politólogo y profesor Herbert Koeneke,  Chávez trata de evitar con esta medida que se asocie la incompetencia de su gobierno con su imagen. En el fondo, argumenta nuestro colega, Chávez no quiere cargar con el pasivo que implica vincular su nombre con el desastre administrativo de su régimen. Koeneke tiene razón, pero creo que hay otra cosa que se le escapa. Este decreto tiene todas las características de un “double bind”, de un “doble vínculo”. El omnipresente Chávez, con sus interminables Aló Presidente y sus cadenas perpetuas, nos dice que él quiere pasar por un discreto líder que no permite que se use y se abuse de su imagen con fines políticos.  Dentro de su estrategia retórica prepara el siguiente argumento (falaz, por cierto): “Yo he prohibido que se use mi nombre en las obras del gobierno pues no tengo ningún interés en promover mi persona”. Yo, el supremo, decido que no habrá culto a la personalidad, dice Chávez. Claro, el decreto tiene una salvedad. El nombre y la imagen de Chávez podrán ser usados solamente “previa autorización del presidente”. Más “doble vínculo” pues, más comunicación paradójica en una sociedad que, víctima de tantos “double binding”, pareciera vivir una especie de esquizofrenia colectiva.