martes, 22 de febrero de 2011

23F

Mi 23 de febrero terminó en 23F.

¿Qué hay en una fecha? Hay imágenes que marcan ciertas fechas. Con el 23F me pasa que después de aquel 23F de 1981, cuando Tejero trató de retroceder el reloj de la historia en España, se me superpusieron las fechas, y mi cumpleaños se convirtió en un día histórico, no por mi nacimiento (no soy tan inmodesto), sino por la inevitable asociación que hago con la imagen del hombre irrumpiendo a gritos en el parlamento español, pistola en mano, con ese sombrero tan raro, el tricornio de los guardias civiles, que siempre me llamó la atención, recuerdo que asocio con el Madrid donde pasamos unos días antes de venirnos a Venezuela en 1968. 


El 23F tiene varias connotaciones. La irrupción de los guardia civiles en el Congreso de Diputados, la fachada que usaron unos generales para tratar de reinstaurar los “gloriosos” tiempos del Movimiento creado por Franco y sus secuaces, pretendía detener la ola de libertad, y algunos dirían de “libertinaje”, que se había apoderado de la España del destape. Con la democracia se habían volado los tapones que la dictadura franquista había mantenido a punta de represión física e ideológica, de la España una, católica, de habla española, de la pureza de sangre,  y de los resabios de inquisición. El 23F mostraba su hocico la bestia autoritaria, volvía por un momento el gorilismo atávico, apenas 6 años después de la muerte de Franco.


Así se me ha quedado grabado en la mente el 23F. Nací un 23 de febrero, pero hubo también un 23F (por cierto, feliz cumpleaños a mi cuñada Cherokee, que también es del 23F). Como hay tantas otras fechas que quedan sintetizadas en unos números y una letra. Allí está el 4F en Venezuela, que como el 23F español, significó el retorno de la peste militar. En España fue un amago. En Venezuela nos ha pegado duro la peste y no parece que saldremos de ella fácilmente. También está el 11S, o el  9-11, el September 11, que, como en la escena inicial de la excelente película de Denys Arcand,  “Las invasiones bárbaras”,  nos retrotrajo al “principio de la historia”, y nos despertó de ese sonambulismo que algunos intelectuales nos habían vendido como el “fin de la historia”. Se me ocurre, por esas cosas de las asociaciones, pensar que el 11S podría ser la fecha precursora de lo que estamos viendo en el mundo árabe e islámico. Se me ocurre hacer esta asociación y un frío me recorre la columna cuando lo pienso, cuando proyecto la consecuencias de lo que estoy escribiendo.


Hay otras fechas que no tienen un número y una letra, pero que igual se te quedan tatuadas en alguna parte del cerebro. Están el 5 y 6S , el 5 y 6 de septiembre de 1972, los terribles días de la masacre de Munich perpetrada por un comando palestino llamado “Septiembre negro”. Mi madre guardó los recortes de periódicos venezolanos con las noticias y las fotos de los atletas israelíes masacrados. Siempre he pensado que ese gesto, el de conservar esos recortes, era no sólo un deber de memoria, sino una manera de expresar una cierta perplejidad, como si dijera: “Otra vez judíos asesinados en Alemania, pero esta vez por árabes”. 


La verdad que podía haber hecho otras asociaciones el día de mi cumpleaños, menos sombrías, más optimistas. Pero me cuesta sacarme el 23F de la cabeza. Lo único esperanzador es que los españoles lograron evitar que la peste militarista volviera a gobernar. En ese sentido, el 23F debería ser una lección para los venezolanos y tantos otros con sed de libertad. Habría que hacer del 23F una verdadera fecha histórica.

2 comentarios:

  1. La verdad que logras dejar a un lado la celebracion de esta fecha para darle cabida a la reflexion...
    Sera que podemos soplar las velas alegrandonos por el cumple no mas?

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  2. Y qué hago si ocurrió el 23F justo un 23 de febrero?

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