domingo, 28 de noviembre de 2010

Cadenas

Rafael Pedraza (izq) me hizo descubrir a Rafael Cadenas
Sería 1981 ó 1982 cuando leí por primera vez al poeta Rafael Cadenas. Rafael Pedraza me prestó un pequeño libro que contenía “Los cuadernos del destierro”, “Falsas maniobras” y el gran poema “Derrota”. La lectura de Cadenas me impactó de tal manera que comprendí que el fracaso, la autocrítica (la más brutal y descarnada), incluso la auto-burla (eso que en francés se llama la "autodérision"), eran expresiones de fortaleza más que de debilidad. Yo, que siempre he sido más bien pesimista, me di cuenta al leer a Cadenas que hay esperanza en el pesimismo, una esperanza extraña, nada luminosa, pero verdadera, sin ilusiones. Como escribió Cadenas al final de “Derrota”, después de enunciar sus carencias: “…me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí mismo hasta el día del juicio final”.

A mi madre le gusta decir que los poetas son un poco profetas. Cuando afirma esto, recuerda que la palabra vate quiere decir al mismo tiempo adivino y poeta. Cadenas sería un vate, porque entendió perfectamente la relación entre la pobreza del lenguaje y la pobreza del espíritu que llevan a las sociedades por el camino trágico de la mediocridad. En 1984 publicó un ensayo intitulado “En torno al lenguaje",  reeditado por Monte Ávila en 2002 en la colección Memorabilia que dirigía Juan Luis Delmont. Vale la pena citar algunos pasajes de este libro por la gravedad y la actualidad del análisis de Cadenas.

El poeta empieza con un diagnóstico terrible: “De una manera general se puede decir que el venezolano de hoy conoce muy poco su propia lengua. No tiene conciencia del instrumento que utiliza para expresarse. En su lenguaje, admitámoslo sin muchas vueltas, se advierte una pobreza alarmante…” (p. 7). Más adelante Cadenas observa: “Para mí es evidente que Venezuela está aquejada de un grave descenso linguístico cuyas consecuencias, aunque no sean fácilmente visibles, se me antojan incalculables. Resulta difícil percibir, sobre todo, las que, sin estar a la vista, son las más importantes, pues tienen que ver con el mundo interior” (p.10). El poeta apunta a una de las consecuencias de esta pobreza del lenguaje: “…El hombre masa no tiene lenguaje; utiliza el que le imponen…” (p. 22).

Podría seguir citando partes de este maravilloso ensayo, pero está claro que Cadenas vislumbraba ya en 1984 las consecuencias de una sostenida decadencia de la cultura y del idioma que, de la mano de la creciente corrupción e injusticia social, creó las condiciones para que cristalizara un proceso autoritario en el que se manipula el lenguaje y se le empobrece. A veces, con la voz engolada del mal locutor, se pretenden construir frases “bonitas”, llenas de lugares comunes, pobres en ideas pero plenas del odio del revanchismo. Otras veces, cuando las máscaras caen para dejarnos ver el verdadero rostro del narcisista que gobierna Venezuela, la pobreza del lenguaje se limita a los insultos conocidos y a las descalificaciones escatológicas. En ocasiones, al pobre lenguaje verbal le acompaña el vulgar lenguaje no verbal, como cuando el autócrata se toca los testículos en plena cadena de televisión, expresando así el desprecio que tiene por los venezolanos.  Reconstruir a Venezuela requerirá, como diría Cadenas, rescatar un lenguaje para la vida en común, “…porque creo que la conciencia del lenguaje es ya en gran medida conciencia…” (p. 52).

4 comentarios:

  1. Nada mas lejos de la verdad que este artículo, miro con vergüenza ajena a los políticos de hoy hablar un castellano pisoteado y pobre, y lo peor es que nadie lo critica, la misma prensa debería, descalificar un lenguaje mal pronunciado, y ni hablar de mandatarios de países ¨amigos¨ como el de Bolivia por ejemplo, oír a E. Morales da vergüenza también.
    Bravo Rafael Cadenas y gracias Isaac por tu publicación.
    Guillermo Amar

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  2. Hace poco en una reunión con un amigo en Caracas,dijo algo que me dejó temblando: la mayoría de la población (se refería en general, pero claro, dado que estábamos en Venezuela, a la venezolana en particular) tenía tanto derecho al voto como él o yo; y de esa ignorancia salía lo que salía... Temblé porque en esa frase me pareció ver mucho de...¿facismo? ¿nazismo?...¿Se debería propugnar un gobierno interclasista que solo dirigiese desde el punto de vista de las clases medias? ¿A qué te suena eso Isaac? Evidentemente, los que manejan "aceptablemente" el lenguaje son las clases medias...Las bajas tienen entre su pobreza la de no tener el mismo nivel de lenguaje...pero, lamentablemente sí tienen a su favor ser mayoría...
    Sí aceptamos que en una democracia es la mayoría la que decide entonces nuestros gobiernos tienen que parecerse a esa mayoría, porque ellos son los que, en realidad determinan quien gobernará...y, por tanto, el gobierno debe reflejar al propio pueblo. Creo que eso es lo que está pasando en Venezuela. Si negamos este hecho entonces no hablamos de democracia y estamos hablando de otras experiencias socio-políticas que ya se han vivido en otros contextos y hemisferios.

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  3. Mercedes:
    No creo que Cadenas plantee en su ensayo una especie de gobierno de las élites donde solamente manden los que “hablen bien”. Tampoco creo que debamos resignarnos a que la democracia sea el reino de la mediocridad, por aquello de que “el pueblo siempre tiene la razón” (sea quien sea ese “pueblo” mitificado). Lo que denuncia Cadenas, y con lo que estoy totalmente de acuerdo, es que la degradación que vemos en el manejo del idioma no es otra cosa que una degradación más profunda del espíritu de los individuos y de la sociedad como un todo. No parto de una posición conservadora, que dice que el idioma es una entelequia “pura” que debe protegerse del “vulgo”. Digo que la forma en la que hablamos en el espacio público es un reflejo de cómo van las cosas en ese espacio público. Recordando anécdotas, nunca se me olvidará lo que le escuché a un ingeniero típico de clase media a pocos días de que Chávez ganara la presidencia en 1998. Su frase la puedo resumir así: “Se podrá decir lo que sea de Chávez, pero no se podrá negar que habla bonito”. Coño (perdóname el francés), ¿qué carajo quiere decir eso que Chávez “habla bonito”? Lo que dijo ese ingeniero (ejemplo de esa clase media que se dejó deslumbrar por el megalómano de Chávez) es el reflejo de una idea muy perversa que tienen algunos del lenguaje, idea que estoy seguro Chávez y muchos de sus acólitos comparten. Porque “hablar bonito” es llenar el espacio de palabras huecas, grandilocuentes, con esa voz de macho que supuestamente truena para decirnos “aquí el que manda soy yo”. No, Mercedes, esa es también la degradación máxima del lenguaje, cursi, lleno de clichés, pura retórica efectista. Pero no olvidemos que Chávez, como reflejo que es del colectivo, no puede dejar de soltar sus “mierdas” y sus “te doy lo tuyo”, porque es también el “sumo sacerdote” de nuestro “espíritu nacional”.

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