martes, 30 de noviembre de 2010

Moros en La Guaira

El Virginia de Churruca, el barco en el que vine a Venezuela
Lo primero que recuerdo de Venezuela son unas palabras de mi madre el día que llegamos al puerto de La Guaira en julio de 1968: “Mira, parecen moros”. Estas palabras se quedaron grabadas en mi mente y me inspiraron el relato “Caribe Mediterráneo” que salió publicado hace algunos años en la revista Tinta y Sombra de la Universidad de Toronto, y una obra de teatro inédita con el mismo título. Las palabras de mi madre revelaban una suerte de encantamiento, pues los venezolanos, mestizos, morenos, le recordaban a los moros de nuestro Marruecos natal, desde donde habíamos iniciado nuestro viaje de inmigrantes hacia América. Esta frase la recuerdo con la misma claridad que recuerdo la primera vez que comí plátano frito o probé mi primer batido de lechosa (la papaya colombiana).

De allí me viene un interés especial por lo mestizo, por la hibridación, por las integraciones que se producen del encuentro entre personas de diferentes orígenes y culturas. En algún momento creí que ese interés por la heterogeneidad era el producto de un universalismo humanista de tipo utópico. Pero eso era solamente la superficie de un sentimiento más profundo, anclado en ese recuerdo infantil que marcó el resto de mi vida como judío, venezolano, marroquí, sefardí, daltónico (¿el orden de los factores alterará el producto que soy?). Sin duda ese recuerdo influyó en mis decisiones de vida en lo personal y en lo profesional. Probablemente de allí también viene mi interés por estudiar la comunicación desde el punto de vista de la globalidad. Los localismos extremos siempre me han incomodado. Quién sabe si de allí me vino la necesidad de ver siempre hacia fuera, necesidad que me trajo hasta el frío norte.

De ese recuerdo infantil también vienen las afinidades afectivas e intelectuales. Entre mis amigos y colegas siempre ha habido una gran diversidad. Igualmente esa primerísima memoria nutre una curiosidad por ciertos procesos y fenómenos que aparentemente pueden parecer marginales, pero en el fondo son profundamente cosmopolitas. Por eso leí fascinado el estudio que publicó hace unos años mi amigo Ariel Segal, periodista e historiador, bajo el título Jews of the Amazon: self-exile in earthly paradise. El estudio de Ariel relata la aventura humana que comenzó con unos judíos de Tetuán (Marruecos) que emigraron a Iquitos (Perú) a finales del siglo XIX y que terminaron mezclándose con pobladores locales, dando origen a varias sagas familiares que no están lejos del realismo maravilloso. Por eso disfruté, como pocas veces, un documental sobre la música de los gitanos intitulado Latcho Drom del director Tony Gatlif, que muestra a través de cantos e interpretaciones instrumentales la tremenda influencia que han ejercido los romani en la cultura musical del mundo, desde el oriente hasta el occidente. Por eso me repugnan las interpretaciones simplistas de la historia o de la cultura que quieren describir todo desde una lógica de centro-periferia o de polos radicalmente opuestos, desde visiones en blanco y negro sin matices, sin grises, sin posibilidad de hibridación. Por eso me espantan los integrismos en todos los órdenes, incluyendo ese integrismo criollo que se disfraza de nacionalismo y que pone en peligro la convivencia entre venezolanos de todos los orígenes y procedencias, como este venezolano que imaginó que había moros en La Guaira.

9 comentarios:

  1. Como todos, me encantó. Como alguien te escribió en otra parte, yo también he recomendado estos escritos tuyos. Un abrazo.

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  2. Ricas y maravillosas experiencias vitales...

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  3. Muy bueno, muy bien contado.BRAVO!

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  4. Yo soy uno de esos Moros en tu vida Isaca jajajaja

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  5. Isaac, no sabes como estoy disfrutando estos escritos...
    Un abrazo.

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  6. Muchas gracias por sus comentarios. Efectivamente, Luis, tú eres uno de esos moros que me encontré en Caracas. Parafraseando a Larry Harllow te llamaré el "moro maravilloso". Por allí vienen los recuerdos de la familia de adopción. Yo los dejo salir como vienen o como se presentan. Es un ejercicio diario.

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  7. Por cierto: en el sur de España (y eso me llama tanto la atención) a cualquiera que venga de un país árabe, le dicen todavía el moro, los moros. No recuerdo si pasa en el resto de España, pero en Anadalucía es así. Bueno, haber estado ocho siglos en ese territorio (¿nueve?) no es algo que pasa y sigue, ¨como si ná, schiquillo¨.

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  8. Comparto esta interesante cronica de Mercedes Fuentes sobre la convivencia (no siempre facil) entre judios y no judios en Caracas:
    http://mercedesfuentes.over-blog.es/article-contratiempos-que-surgen-en-una-convivencia-intercultural-62593154-comments.html#anchorComment

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