miércoles, 8 de diciembre de 2010

La “venezolanización” de África

Lecturas indigestas

Ayer un amigo comentaba en Facebook que ha tenido problemas con la conexión 3G cuando llega a Caracas (él vive en República Dominicana). En cambio, decía en su breve nota, hace dos días aterrizó en Puerto Príncipe, Haití (“pueblo devastado hace menos de un año por un terrible terremoto”, nos recordaba) y aún sin bajarse del avión ya estaba conectado en la red  de telefonía móvil haitiana. Mi comentario en FB, casi reflejo, fue: “Creo que ya no podremos decir Venezuela va camino de parecerse a Haití”.

En los años ochenta estaba de moda en los círculos periodísticos hablar de los peligros de la “colombianización” de Venezuela. Con eso los periodistas querían decir que Venezuela corría el peligro de convertirse en un país dominado por la violencia de los carteles de la droga que en ese tiempo reinaban en Colombia. Más recientemente a algunos les ha dado por hablar de la posible “africanización” de Venezuela, haciendo paralelismos entre el proceso chavista con el Zimbawe de Mugabe y la devastadora política de confiscación de tierras que adelantó el dictador africano contra los blancos (los “oligarcas” en la colonial Rodesia). La tentación de las comparaciones continúa, y en el contexto de la crisis causada por las lluvias en Venezuela, ahora se empieza a escuchar el temor que el país entre en una fase de “haitinización”, es decir que entremos en un proceso acelerado de mayor degradación social, económica y ecológica (pienso en la locura asomada por Chávez de construir en El Avila, la montaña que es el pulmón vegetal de Caracas). Y por supuesto, no podía faltar en este carnaval de comparaciones con tono de mal augurio, la de la “cubanización”, que no requiere mayor explicaciones para un lector medianamente informado sobre el colonialismo mental que ejerce Fidel sobre nuestro presidente-comandante.

El problema con todas estas apreciaciones es que son muy relativas y tienen su carga importante de prejuicios. La “colombianización” hoy querría decir otra cosa. En muchos aspectos hay quien cree que Colombia está mucho mejor que Venezuela en lo económico,  y que deberíamos aprender algo de los colombianos a la hora de luchar contra la violencia subversiva y criminal. “Colombianizar” a Venezuela sería hoy en alguna medida mejorar al país en la opinión de ciertos sectores. El término “africanización” siempre ha tenido un contenido racista y altamente peyorativo, pues refuerza una imagen que, si bien contiene algunos elementos de verdad, reduce a África a una serie de fracasos post-coloniales, como si la herencia de las potencias europeas no tuviera nada que ver con la desgracias de ese continente. Algo similar pasa con el calificativo “haitinización”, que sintetiza la idea de una tragedia endémica. En el caso de la “cubanización” hay que tener cuidado, pues Raúl Castro busca, con la “precaución” de quien no quiere perder el poder monárquico que ejerce sobre la isla, “descubanizar” a Cuba.

Esta actitud casi refleja de hacer paralelismos nos viene en parte de una formación que nos condicionó a pensar en términos de “centro-periferia”. En la universidad leímos Las venas abiertas de América Latina de Galeano y asimilamos los postulados de la Teoría de la Dependencia, que en los años 60 del siglo XX formulara Fernando Henrique Cardoso. Aunque el “centro” eran los imperios (España, Gran Bretaña, Estados Unidos), desde la perspectiva venezolana nosotros también éramos “centro”. En todo caso, el maná petrolero nos hizo creer que Venezuela estaba en una situación privilegiada en relación con otros países “periféricos” como Colombia o Perú. Los delirios de la “Venezuela Saudita” (que no son muy distintos de los delirios de la “Venezuela ALBA”), nos hicieron creer que éramos un sub-imperio con una misión redentora (eso lo traemos de lejos). Por eso nos cuesta aceptar que podríamos invertir la dirección de los calificativos y pensar en las consecuencias terribles que tendría hoy un proceso de “venezolanización” aguda de África.

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