martes, 7 de diciembre de 2010

Veinticuatro por segundo


La película que más he visto en mi vida.

Creo que "La Biblia" fue la primera película que vi. Si mi memoria no me falla, fue en un cine de Cádiz, en esa parada que hicimos en nuestra travesía desde Tánger  hasta Caracas, con una escala en España. Tengo unos recuerdos vagos de las imágenes (el argumento es demasiado conocido para olvidarlo). Lo que sí recuerdo es la sensación que me produjo estar en el cine, ante esa pantalla gigantesca, ese sonido que penetraba por los oídos y por el cuerpo (aunque todavía no habían inventado el Sensurround). Sentí algo de miedo, algo que me ocurriría con otras películas como "Fantasía" de Disney, que vi recién llegado a Caracas en el Radio City en Sabana Grande. 

Antes del cine, mi primer encuentro con lo audiovisual fue a través de la televisión. Fue en Tánger con la programación de Radio Televisión de España (RTVE), cuya señal desbordaba la península para llegar al norte de Marruecos. Me vienen a la mente "Bonanza" (la de la Ponderosa), "El Fugitivo" (la serie original con el actor David Janssen), "Los Vengadores" (esa pareja de espías ingleses), los partidos de tenis de Manolo Santana, ganador de Wimbledon en 1966.

Haciendo un balance de estas primeras experiencias, puedo decir que ellas tuvieron algo que ver con la selección de Comunicación Social como carrera. Una de las cosas que me gustó del programa de la Católica es que había muchas materias asociadas con lo audiovisual. Cuando empecé mis estudios pensé que me dedicaría al cine o la televisión, aunque después me decidí por el periodismo. Lo audiovisual tuvo, sin embargo, un peso tremendo en nuestra formación. Mis compañeros de estudio en la UCAB deben acordarse muy bien de esa obra maestra del neorrealismo italiano que es “Ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica. Nuestro profesor de Audiovisual III, Marcos Reyes Andrade, nos mandó a analizar la película a partir de unos modelos semiológicos. Mi grupo de trabajo vio esa película al menos unas 20 veces. Llegó un momento en que nos sabíamos los parlamentos de memoria (creo que la vimos doblada al español). Íbamos analizando la película, secuencia por secuencia, que veíamos en un Betamax en aquel apartamento de El Marqués (el de los fantasmas, pero eso será materia de otra nota).

A pesar de la intoxicación de semiología que ese trabajo me produjo, debo reconocer que los rudimentos que aprendí de esta “ciencia de los signos” me sirvieron después para mis estudios de postgrado, en los que me interesé por el análisis del discurso. Otra cosa que le agradezco a Marcos Reyes es haberme abierto las puertas del teatro, especialmente del teatro como forma literaria. En su curso nos leímos a García Lorca (La casa de Bernarda Alba), Camus (El malentendido), Pirandello (Seis personajes en busca de autor), Valle Inclán (Luces de bohemia), Genet (Las criadas),  Betti (Delito en la isla de las cabras), Ionesco (La cantante calva), Chalbaud (Caín adolescente), entre muchos otros. 

Cada generación del siglo XX asocia sus vivencias con alguna película o un estilo cinematográfico. Mis padres hablan mucho de los filmes de Bogart y de Spencer Tracy. Mi generación no puede negar el impacto que tuvo en nosotros el cine comercial de Hollywood. Pienso en  “Tiburón” (el Jaws de Spielberg) y en “La guerra de las galaxias” de Lucas.  Pero eso no impidió que viéramos otro cine, que nos abriéramos a propuestas más audaces y más difíciles de asimilar. Gracias a la Cinemateca Nacional y a la sala de ensayo del Cine Prensa tuvimos acceso a una variedad enorme de películas, desde el primer Polanski (El cuchillo en el agua), pasando por Wajda, Cavani, Visconti, Antonioni, Pasolini, Fellini, Fasbinder, Schlondorff, por sólo mencionar algunos. Hoy el cine, en principio, es más accesible gracias a la tecnología (y porqué no decirlo, a la piratería). Sin embargo, no estoy seguro que exista entre los jóvenes esa curiosidad que nos invitaba a descubrir otras maneras de ver el mundo. Quizás esto no sea otra cosa que la típica queja de los que a cierta edad comenzamos a decir: “todo tiempo pasado fue mejor”.  

1 comentario:

  1. Isaac...te cuento que tenemos varios puntos en común entre los que puedo mencionar un viaje en barco hacia Venezuela en 1968 y el ver en RTVE la serie "Bonanza"...también fui al cine por primera vez en 1968, en mi caso en Santiago de Compostela para ver "esa extraña pareja" con Jack Lemmon y Walter Matthau...cada vez que mencionas tu viaje de Tanger a La Guaira, me remontas al puerto de Vigo repleto de gente, especialmente proveniente de África, en tránsito hacia América: ¡qué experiencias y qué recuerdos!

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